La última ciudad que he visitado en Uzbekistan ha sido Khiva, un lugar con un encanto muy especial.
En esta parte del país la salinidad del agua es altísima, y por ello la media de vida de sus habitantes es inferior a la del resto del país. La sal perjudica también a sus monumentos, llama la atención como la parte próxima al suelo de los mismos, se deteriora rápidamente.
En Khiva me he permitido el lujo de dormir en una madraza convertida en hotel, una experiencia única y muy especial que recomiendo a todo el que viaje allí.
En Khiva hay preciosos minaretes también, pero quizá el que más llamó mi atención fue el Kalta-Minor que aunque esté sin terminar, tiene unos colores y una decoración muy bonitas.
Precioso también es el mausoleo Pahlavan Mahnud, donde numerosos fieles acuden cada día a orar. Tanto suelo, como paredes y techos, están decorados hasta el último milímetro. Los verdes y azules se intercalan en armoniosas formas, de manera que hacen que sea todo un espectáculo poder contemplar tanta belleza junta.
De gran belleza es también la Ciudadela Kunya-ark y disfrute mucho mientras nuestro guía nos contaba toda la historia de esta edificación.
La mezquita Juma, con sus columnas de madera, donadas por distintos fieles es un lugar también digno de visitar y con una bonita historia.
Al caer la tarde y bajar un poco el calor, me permití subir a la muralla y ver una panorámica diferente de la ciudad, con ese contraste de preciosos monumentos y casas muy humildes, donde el cableado queda a la vista, conviéndose en un caos de cables y antenas.
Y lo mejor sin duda, pasear por la noche entre sus calles, cuando los turistas agotados ya se han retirado a descansar, y los que nos gusta la fotografía nocturna, seguimos buscando esas fotos diferentes y un poco más especiales.
Afortunadamente, en Uzbekistan comienzan a iluminar sus monumentos a la noche, con iluminación adecuada. Según nos contaba nuestro guía, llevan muy poco tiempo haciéndolo.
El viaje de vuelta fué bastante complicado debido a los retrasos en los aeropuertos, pero al menos disfrutamos de un bonito atardecer mientras despegabamos.