Samarcanda, la ciudad con el nombre más bonito de Asia, me conquistó por completo.
Pude contemplar lugares increibles como el mausoleo Gur-e-mir o el archifamoso Rejistan, tanto de día como de noche.
Visitando el Rejistan, coincidió que estaban ensayando bailes típicos para un evento que se celebraba los días siguientes, y fue una suerte poder contemplarlo.
Impresionante también la necropolis Shakhi-zenda, con edificios de gran altura decorados al milimetro, tanto por dentro como por fuera de sus paredes, donde la gente acude a rezar con gran devoción.
Muchos de los monumentos que visitamos, se estaban restaurando. Parece que la salinidad de estas tierras, afecta mucho a las decoraciones de los azulejos de las fachadas, y por ello se restauran continuamente, en un proceso completamente manual.
También visitamos el mercado de Samarcanda, lleno de productos frescos y colores.
Incluso las nubes hiceron acto de presencia en algunos momentos, para hacer los monumentos mas bellos si cabe.